jueves, 7 de agosto de 2008

De Daniel Samper Pizano, periodista y miembro de la Academia Colombiana de la Lengua

Es absurdo que, por una mención accidental concreta, pretenda procesarse como calumnia el análisis genérico sobre el poder en el Cesar que escribió Alfredo Molano.

Daniel Samper Pizano - El Tiempo - 29 de Junio de 2008

De un silenciado

Último comentario del jurista Rafael Rincón en su blog, que suspendió por amenazas.

Un gobierno de Santos no es un gobierno de fiar

Por Rafael Rincón Patiño, Director de la Oficina háBeas Corpus - Medellín, 17 de junio de 2008


Llegó la hora de hacer un alto en el camino en este ejercicio ciudadano de poner en público las opiniones políticas. Hemos querido en 200 números arriesgar una opinión casi siempre incomoda y muchas veces políticamente incorrecta.

En Colombia no hay garantías para pensar, ni para escribir lo que se piensa, mucho menos para criticar y publicar la disidencia en una bitácora digital. Hay quienes creen que la crítica no construye y consideran que es la lisonja y el incienso los que deben reinar.

Inclusive la Casa de Uribe V. insinúa, con manual de estilo, una crítica constructiva para refinar las formas de desplazamiento o las formas de hacer la guerra, o las formas de torturar o de secuestrar o de negar el acceso universal a la justicia.

Hay, también, quienes creen y quieren hacer creer que criticar es fácil, ignorando el costo de este ejercicio en un país armado y orientado hacia el unanimismo por la mentira de los Santos, la desinformación de los medios y la intimidación de los violentos.

La crítica es un ejercicio que más que constructivo tiene que ser responsable. Quién ejerce la critica tiene que estar listo a mostrar sus soportes, que son más argumentativos que documentales; de lo contrario se corre el riesgo de ser de ser denunciado, asesinado, amenazado o condenado con fundamento en un testigo comprado, en un computador blindado, o en el testimonio de un disgustado que ha sufrido la critica. (Aprovecho para sumar mi solidaridad a Alfredo Molano).

el yesQuero ha sido un esfuerzo de tomarse en serio la ciudadanía; más que un ejercicio periodístico ha sido una manera de ser un ciudadano responsable, es una forma de hacer política: opinando y haciendo crítica, especialmente de las acciones abusivas de las autoridades públicas y denunciando los atropellos del paramilitarismo, de la guerrilla, de los grupos económicos y de los medios de comunicación.

el yesQuero se ha ocupado de la gobernabilidad y de los derechos. En su ejercicio ha sido un acérrimo crítico de los gobiernos de Uribe V. y de los excesos de los gobiernos locales. Su misión ha sido la defensa del Estado social de derecho y de los derechos humanos.

No parece que un breve ensayo, como el yesQuero, acabe con un estado de cosas inconstitucional como el desplazamiento forzado, que no es más que la violación integral de todos los derechos humanos —la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) ha manifestado en Londres que Colombia ocupa hoy el primer lugar en desplazamiento forzado en el mundo—.

A seis años de la Seguridad Democrática Colombia es primera en el mundo en desplazamiento forzado: deshonroso record para Uribe V. y para los Santos. Es que el gobierno de los Santos no es un Gobierno de fiar.

Los cuatro millones de desplazados son la cifra negra que eclipsa la cifra dorada de la disminución de homicidios. Tenemos un país donde la dignidad de los desplazados se tapa con las cifras de los homicidios.

No parece tampoco, que un ensayo crítico cambie el secuestro. Colombia tiene una guerrilla que se cree revolucionaria secuestrando civiles, torturando combatientes y sembrando los campos de minas antipersonales. Deshonrosa revolución la que usa la dignidad humana como medio para negociar y conseguir ventajas militares. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) tienen secuestrados soldados campesinos desde hace once años en nombre de una revolución que ni sus propios combatientes conocen.

Ojalá llegue pronto la libertad de todos los secuestrados y el paramilitarismo gubernamental deje pelechar a las organizaciones sociales y quienes se proclaman defensores de la ciudadanía en forma de guerrilla o de paramilitares o de Estado Comunitario permitan que ella madure y ejerza el poder y la crítica democráticamente.

A todos los lectores, a los comentaristas, a los mentores, a quienes nos halagaron, o a quienes nos criticaron muchas gracias por su paciencia y por su comprensión.

A los criticados o víctimas de el yesQuero esperamos no haberlos ofendido en su dignidad o haber sido injustos con las chispas, ustedes fueron la yesca, para ellos van nuestras excusas por nuestras faltas.

A quienes nos intimidaron sólo decirles que tenemos la esperanza de que tarde o temprano se abrirán las alamedas, que la justicia llegará y que la vida digna y la libertad serán el fundamento político de nuestra ciudadanía.

El partido no se ha acabado, parece que vamos hacia un tercer tiempo o hacia una final por penaltis, pero para el yesQuero, es hora de salir de la cancha a cambiar de mecha, a tomar oxigeno y a mirar desde las graderías.

Gracias, mil gracias

Arte y delito de opinión

Por Cristina de la Torre - El Espectador - 15 de Junio de 2008

EL VETO DEL GENERAL NARANJO A la serie de televisión El Cartel parece completar el cuadro que va configurando en Colombia el delito de opinión, propio de los Estados policivos.

Equiparado el opositor al indeseable o al terrorista disfrazado, será fácil perseguir al escritor Alfredo Molano por apartarse de la ideología oficial y hacer crítica social. O producir desde Palacio un manual para periodistas que “sugerirá” acoger la noción de dios y patria de un Estado cada día más confesional.
O convertir a los 200 mil vigilantes privados en “cooperantes” de los organismos de inteligencia, con la misión de sapear a los vecinos, con fundamento o sin él, pero en la patriótica divisa de la seguridad democrática. Versión de derecha de los ominosos Comités de Defensa de la Revolución Cubana, hoy incrustados también en Venezuela. Red de espionaje a la ciudadanía que aumentará el temor a hablar, a discrepar, a confesar simpatías por opciones distintas del uribismo.
Y ahora el jefe de la Policía, hombre probo, se muestra indignado porque un drama sobre narcotraficantes dizque confunde ficción con realidad, distorsiona la verdad, ridiculiza al Estado y sus instituciones, convierte en villanos a los héroes que enfrentaron a los asesinos, exalta a la delincuencia y confunde a la audiencia al subordinar los valores democráticos a los antivalores delictivos. Como responsable de la seguridad y la convivencia declara, rechaza interpretaciones que no distingan entre policías buenos y malos. Considera del caso que la ley impida desfigurar “los principios y valores que deben movilizar a nuestra sociedad”.
Como a cualquier espectador, al general Naranjo le asiste el derecho de opinar sobre esta obra dramática del arte escénico. Otros reaccionarán en contrario o por caminos inesperados, efecto plural que es virtud de la función social del arte. Pero no puede el funcionario imponerle al artista una verdad oficial. Ni la moral consagrada por el Príncipe, tan socorrida de déspotas y sátrapas en la premodernidad. Mandones de duro puño que reencarnan en cada místico de la política, de la religión o de la guerra revestido de un aura divina para ejercer la vigilancia dogmática de la sociedad.
Se debate el General en la falsa dicotomía entre ficción y realidad. Pero todo artista parte de la realidad, y la re-crea a su manera. Convierte su arbitraria interpretación de las cosas en símbolo, en metáfora, en modo único de condensarlas. Que El Cartel deforma la historia, es posible.
Guardadas proporciones, no se le reprochan a Shakespeare las inexactitudes históricas de sus tragedias. Ni a Casablanca, obra excelsa del cine, el que metiera nazis en un Marruecos que no los tuvo. No ha de juzgarse si la obra de arte retrata o no la realidad, si dice o no la verdad, si es buena o mala, sublime o perniciosa. El criterio será si la obra resulta verosímil, si llena la cota de calidad que la inscribe en el territorio del arte.
Estética y moral pertenecen a esferas distintas. El arte no tiene por qué ser edificante, como la vida de los santos y los héroes. De hecho, puede ridiculizarlos, y entonces resultará peligroso para los guardianes del orden. Mas, a su vez, podrá educar el criterio en la diversidad de interpretaciones que ofrece, refinar la perceptividad, echar al vuelo la imaginación. El arte, si lo es, es crítico, arbitrario, heterodoxo.
Confronta al espectador con sus propios valores y experiencias, suscita mil sentimientos y posturas. Libera. Y convida al pluralismo. Pluralismo y tolerancia, demonios de censores siempre prestos a conjurar desde la fe la opinión libre. Condenar una obra dramática es como quemar un libro. Y allí donde queman libros, dice Heine, acaban quemando hombres.

Periodismo en Colombia

Recurso

por Alfredo Molano Bravo – CEPRID - reproducido por Rebelión.org - 12 de Junio de 2008

El asesinato de periodistas en Colombia no deja de ser cotidiana. Baste que un interés creado se vea comprometido por una denuncia —e inclusive por una mera referencia— para que el periodista termine muerto, exilado, silenciado. O peor, aconductado. No hay regla fija, habiendo tantas reglas. Una acusación simple puede terminar en un asesinato; una crónica, en un tribunal. El gobierno saca pecho y se ufana mostrando que la cifra de periodistas muertos ha bajado. Obvio, si quedan menos. En Arauca, o en Caldas, por ejemplo, ya no matan porque los que salvaron su vida huyendo o callándose han aprendido a decir las cosas de tal manera que a nadie incomoden. Un logro de la democracia. Han aprendido también a escribir sin menoscabo de la pauta. Saben que hay límites, que hay cosas que no se pueden menear.
Detrás de la tragedia del silencio obligado, de la palabra a medias, está la paranoia creada al efecto. No es difícil: baste dividir una sociedad entre buenos y malos, entre rojos y azules, entre los de acá y los de allá, entre patriotas y apátridas, para tener resultados a mano. Un efecto creciente que falsifica, aplasta, reseña. Y, llegado el caso, mata. A un periodista, como ha sucedido, lo pueden asesinar por “extralimitarse” en una opinión o en una nota, y automáticamente la sentencia flota en el ambiente: “algo debía”. Y la investigación queda prácticamente cerrada, así la justicia, cojeando, llegue a otra conclusión.
La paranoia creada por un régimen que impone el maniqueísmo hace de la autocensura un modo de ser, de hablar y de escribir. La palabra pierde su vuelo. La adulación gana lo que la crítica pierde. El silencio se toma las calles, las oficinas; se balbucea por teléfono; toda carta o memorando es susceptible de convertirse en un documento judicial, en una prueba irrebatible. Los celulares son líneas directas con las centrales de inteligencia. O se hace creer en esos hilos. Para hablar claro se hace necesario ir a la esquina donde el viento se lleve la voz.
El gobierno logra así el tan manido consenso social y político. Nadie puede negarlo: aparece en las encuestas y las encuestas aparecen en internet y lo que allí no aparezca, no existe. Después vienen las votaciones que ratifican y consolidan las verdades oficiales nacidas del miedo a ser señalado, a ser puesto contra la pared; una pared que puede volverse un muro de fusilamiento. Lo vemos a diario. La paranoia hace nacer en el ciudadano —y no sólo en el periodista— su propio censor. El enemigo se lleva adentro, comienza a ser parte de su mirada y poco a poco de su palabra.
Una especie de esquizofrenia se generaliza: la gente ve una cosa y dice otra, tiene que decir otra para ser oído y no señalado. A partir de esa locura colectiva, maquinada a conciencia, todo puede pasar. El Príncipe puede hacer o deshacer, todo le está permitido, todo le queda bien. El aplauso es su único interlocutor. Todo funcionario publico —y hasta todo ciudadano— se convierte en su agente.
La única virtud de tan enajenante estado de cosas es que el periodista —y hasta el ciudadano— que decida seguir siéndolo, tiene que apelar a la metáfora, a la hipérbole, a la parábola. La imaginación y, a la larga, hasta la literatura, gana lo que el periodismo pierde.

Molano y la libertad de expresión

Por Humberto de la Calle – El Espectador – 8 de Junio de 2008

EL PROCESO QUE ADELANTA LA FISCALÍA contra el columnista Alfredo Molano es una seria amenaza contra la libertad de expresión.

Esto lo digo como ciudadano, no como columnista de este diario. En efecto, lo que está en juego no es un asunto profesional ni sólo una controversia sobre el papel de la prensa en una sociedad democrática. Es mucho más que eso. No se trata de formar un sindicato de periodistas que aliente para sí una especie de fuero, sino de reivindicar el derecho de todos a pensar y a expresarse libremente por cualquier medio.
De hecho, apenas si he visto fugazmente a Molano. Por cierto, es crecido el número de veces que discrepo de sus puntos de vista. Pero precisamente, como dijo el juez Holmes, “La libertad de pensamiento no es para los que piensan como uno, sino para aquel pensamiento que nosotros odiamos”.
De modo que el único y verdadero título que invoco para escribir esta columna es mi condición de ciudadano severamente calumniado varias veces en el transcurso de mi vida pública. Pese a eso, pese a las cicatrices que he sufrido, y quizás precisamente por ellas, reivindico el derecho de todos a pensar, opinar y expresarse, porque la necesidad de la sociedad de informarse libremente supera el riesgo de cometer alguna injusticia individual.
No sostengo que ese derecho carezca de límites, pero el examen cuidadoso de la columna cuestionada permite concluir que corresponde al ejercicio legítimo de la crítica social, el cual debe ser protegido y arropado como elemento esencial de una configuración verdaderamente democrática. Creo que la libertad de expresión es la matriz de las demás libertades.
Los segmentos de la columna tienen como destinatario “los notables” del Cesar. Además de que la referencia es claramente impersonal, la descripción que hace Molano, por cierto, es aplicable a muchas regiones de Colombia. Se trata de un esquema netamente feudal, en el cual, quienes ostentan el poder económico y el político, que allí y en otros lugares se entremezclan impúdicamente, impiden en la práctica el auténtico ejercicio de la ciudadanía a millares de personas que son, apenas, mesnadas electorales.
Como registrador fui testigo del manejo de corraleja que se daba a los electores de La Guajira. Tuve que enviar dactiloscopistas para asegurar la identidad de los electores, confundidos como ganado para votar ciegamente por el dirigente de turno, con la esperanza puesta en la botella de ron. Y no sólo allí. En muchos sitios el clientelismo arrebata a las personas sus derechos fundamentales para canjearlos por apoyos electorales espurios.
De modo que, además de la libertad de expresarse, Molano ejerce también una tarea de crítica social que es igualmente valiosa. Pobre sociedad aquella que silencia su conciencia, así sea una conciencia exagerada.
En el plano jurídico, la técnica usada por la Fiscalía, que consiste en llenar con nombres propios no usados por Molano la expresión genérica relativa a los notables, es particularmente peligrosa. Para configurar el presunto delito, allí donde dice “los notables”, la Fiscalía lee “los Araújo”. El mismo artificio se utilizó por parte de los denunciantes de SoHo y Fernando Vallejo. Donde se decía “católico” debía leerse los “denunciantes fulano y perencejo”. Por fortuna no prosperó la jugada. Espero que tampoco lo haga en el caso de Molano.

El proceso a Molano

Por Óscar Collazos - Columnista de El Tiempo – 8 de Junio de 2008

En el proceso a Alfredo Molano se compromete la libertad de información y de prensa

Lo que se falle legalmente compromete a la democracia y medirá el alcance de la libertad de información y opinión.

Volví a leer la columna de Alfredo Molano publicada en El Espectador el 25 de febrero de 2007. Puede encontrarse en Google si se digita 'Araújos et al', título del texto que dio origen a la demanda por calumnia e injuria interpuesta por miembros de la familia Araújo de Valledupar.
Se trata de una columna de gran valor civil. Las dos familias mencionadas no tienen lazos de consanguinidad, pero ambas son citadas como ejemplo de "esa rancia cúspide regional acostumbrada a manejar haciendas, predios, casas comerciales y oficinas públicas con los mismos criterios especulativos y endogámicos".
El artículo no es una acusación directa contra los Araújo de Valledupar o los Araújo de Cartagena, sino una mención de "notables" de ambas ciudades. Es una contundente nota de pie de página a uno de los tantos libros que podrían escribirse sobre la "Historia empresarial y política de la región caribe."
Lo que Molano destaca es el vínculo de los negocios con la política y los procedimientos que han servido para que la política de los apellidos contribuya al éxito de los negocios. No hay que remontarse a un pasado muy remoto: los poderes políticos y empresariales de numerosas familias de notables -del Caribe y otras regiones de Colombia- constituyen un tejido de privilegios que vuelve leves y superables las más graves violaciones de la ley.
Me llamó la atención el uso simbólico que Molano hizo de la palabra 'endogámico'. Endogamia es "la práctica de contraer matrimonio personas de ascendencia común o naturales de una pequeña localidad o comarca". De allí que las prácticas endogámicas del caciquismo no violen el tabú del incesto, sino el mandato de las leyes. De estas alianzas endogámicas no nacen hijos con rabo de puerco, pero se engordan vellocinos de oro.
Los columnistas de opinión hemos aprendido que cuando dejamos en la ambigüedad alguna frase o nos permitimos analogías inconvenientes, no nos exponemos al reproche del editor, sino a la condena del juez. Por eso creo que quienes demandan a los periodistas por calumnia e injuria y quienes acopian "pruebas" para acusarlos, deberían aprender primero a leer correctamente.
Por haber sido demandado, sé que los demandantes leen muy mal y con los ojos mejor puestos en sus nombres que en el contenido del texto que los menciona. Se defienden sin que los ataquen o sólo porque los cobijan bajo un manto de sospechas, derivadas de actuaciones ventiladas públicamente. Si "los notables" de que habla Molano fueran persona natural, habría motivos para querellarse contra el columnista.
¿No es una nefasta costumbre de "los notables" tener bien agarradas las riendas de los poderes político, burocrático y económico de su región, capital indispensable para amarrarse a idénticos poderes en la nación, incluyendo los poderes que deciden en la justicia y en las leyes? Escojan ustedes los ejemplos y verán.
Lo que exaltó la susceptibilidad de la familia querellante no fue tanto la relación que el escritor estableció entre política, negocios y criminalidad, sino el hecho de que miembros jóvenes y viejos de esa misma familia estén en la actualidad vinculados penalmente por delitos que el escritor menciona en su columna.
Lo que suceda en adelante no puede desvincularse de un debate mucho más serio que la querella de una familia que se ha sentido injuriada por un columnista de opinión. Lo que se falle legalmente compromete a la democracia y medirá el alcance de la libertad de información y opinión en una sociedad que tolera mejor a los criminales que a los periodistas independientes.

De la investigadora y analista Claudia López

Toda mi solidaridad con Alfredo Molano frente a la demanda temeraria que la familia Araújo, que tiene a uno de sus miembros preso y a otro prófugo, le ha impuesto para tratar de callarlo. No vamos a callarnos, ni a renunciar a la libertad de prensa y opinión, que es lo poco que nos queda para que esto pueda ser llamado democracia.

Claudia López - El Tiempo - 2 de Junio de 2008

Del Senador y economista Jorge Enrique Robledo

Toda mi solidaridad con Alfredo Molano, cuya pluma democrática pretenden acallar algunos de los Araújo de Valledupar. Su silencio sería un triunfo de la tiranía.

Senador Jorge Enrique Robledo, Bogotá, 30 de mayo de 2008

De la periodista y escritora Patricia Lara

En defensa de la libertad de prensa, y porque conozco su integridad, me solidarizo con Alfredo Molano.

Patricia Lara Salive – El Espectador - Mayo 27 de 2008

En defensa de la prensa libre

Por Cristian Valencia - Columnista de El Tiempo - Colombia
Domingo 25 de mayo de 2008

Transmitir en directo una noticia en el justo momento en que está sucediendo es uno de los principios del periodismo. La mayoría de cadenas de noticias en el mundo pagarían oro por estar en el momento justo de cada noticia. De eso se trata una 'chiva'. La radio nacional vive en esas: siempre está en el lugar de la noticia. Por eso es tan sospechosa la posición de la Comisión Nacional de TV con respecto a Citytv, cuando transmitió en directo el comunicado del sargento y su granada. La CNTV ordenó la suspensión de la transmisión en directo. Y como eso se llama censura, entonces esto se jodió. Porque van a poner sobre el mantel la pertinencia o no de transmitir las noticias en caliente. Seguro determinarán que en caliente no. Y entonces esto se jodió más. Porque cuando se tiene la forma de estar en vivo y en directo desde el lugar de la noticia, dicen los cánones del periodismo, es obligación transmitir. Si no se hace de inmediato y en caliente, entonces habrá oportunidad para autocensurarse o que censuren otros, para luego elegir las imágenes más convenientes. Y aquello de la libertad de prensa será algo para estudiar en las universidades y hacer elocuentes charlas en grandes auditorios, pero no será verdad.

¿Qué cadena de televisión no transmitió las imágenes, en vivo y en directo, del ataque a las Torres Gemelas? Todas interrumpieron su programación habitual y, que yo sepa, ninguna ha sido juzgada por ese detallito.

La retoma del Palacio de Justicia se transmitió en vivo y en directo. El tanquetazo a la fachada, imágenes de quienes salieron con vida; y la radio transmitió en vivo y en directo las palabras desesperadas de Reyes Echandía. Recuerden, por favor, que esas imágenes y esas voces fueron literalmente sacadas del mercado informativo durante los siguientes días y meses. Porque había verdades incómodas, con las cuales no se podía tejer tan fácilmente una versión oficial de los hechos.

Recuerden, por favor, que Daniel Samper Ospina, director de SoHo, el año pasado tuvo que enfrentar una demanda por haber publicado unas fotos artísticas. Y que un periodista de Cúcuta, Renson Zaid, fue demandado por escribir que un libro de poesía era pésimo. Y es que resulta que hoy en día hay un poco de periodistas investigados por injuria y calumnia.

La prensa nacional siempre ha gozado de buena reputación. Y los columnistas de periódicos y revistas están allí por su trayectoria, por su seriedad, por su compromiso. Alfredo Molano, por ejemplo, es uno de ellos. Nadie puede desconocer la trayectoria de Molano; nadie puede desconocer que muchas veces ha sido amenazado; que incluso tuvo que irse del país por temor; que sus opiniones siempre han sido incómodas para la oficialidad.

Varios miembros de la familia Araújo, de los Araújo bien, lo tienen demandado por una columna en donde hablaba de los Araújo que tienen o han tenido, como todos saben, problemas con la justicia. Y si el juez que le toque en suerte este caso decide culpar a Molano, se habrá sentado un precedente funesto para la libertad de prensa en el país. Será poner una mordaza muy sutil, y legal, a todos los periodistas que todavía se atreven a decir algo. Porque todos tendremos miedo de decir lo que toca cuando toca. Qué miedo un país en donde los formadores de opinión vivan con el fantasma de la cárcel encima. ¿Quién se atreverá a decir algo? Qué miedo un país en donde todas las opiniones sean del mismo talante y con las mismas posiciones. Qué miedo.

Invito a todos los periodistas del país a que unamos las voces en la defensa de nuestra libertad de prensa. Invito a todos los ciudadanos y periodistas a que apoyemos a Alfredo Molano en este momento. De su apoyo dependerá el tipo de información que usted reciba en el futuro. En el siguiente blog encontrará una carta de apoyo y una dirección adonde enviarla. http://prensalibrencolombia.blogspot.com cristianvalencia@yahoo.com

Amenaza a la libertad de expresión

La penalización a Alfredo Molano

Por Comisión Intereclesial de Justicia y Paz – 23 de Mayo de 2008

Alfredo Molano Bravo, sociólogo y columnista del diario El Espectador, ha sido demandado por la familia Araujo, por supuesta injuria y calumnia ante lo expresado en su columna: Araújos et al, publicado en este periódico.

Este tipo de demandas pretende coartar la libertad de expresión, al tiempo que se convierte en un nuevo mecanismo de presión que limita la libertad de conciencia y libre pensamiento. El inicio de la investigación contra el reconocido investigador social, es un indicador de cómo el aparato judicial se presta a atender falsas imputaciones, a través de las cuales se socializa el temor y el aleccionamiento colectivo para evitar expresarse en conciencia sobre las responsabilidades de los sectores de poder en la situación actual que vive Colombia.

A esta demanda le han precedido el exilio forzoso en anteriores ocasiones que ha sufrido Molano. Es de anotar que en los períodos del gobierno de Uribe, han continuado las presiones, las amenazas y asesinatos de periodistas. Recientemente debido a sus escritos e investigaciones se vio obligado a exiliarse el periodista Gonzalo Guillen por las referencias y artículos explícitos respecto a las relaciones entre estructuras paramilitares y políticos con el gobierno de Uribe. Fernando Garavito conocido como Juan Mosca, a raíz de un artículo publicado en El Espectador en las que aludió a la trayectoria de Alvaro Uribe Vélez con actuaciones non sanctas se vio obligado a exiliarse.

La misma suerte del exilio ha corrido Holman Morris. El periodista, director del periódico Voz e integrante del Partido Comunista, Carlos Lozano, ha sufrido reiteradas amenazas de muerte por sus apreciaciones públicas y su labor a favor del Acuerdo Humanitario y las salidas negociadas al conflicto armado interno.

Invitamos a la solidaridad con Alfredo Molano, objetando la actuación de la familia Araujo que pretende penalizar la libertad de opinión, de expresión y de conciencia a través de las comunicaciones dirigidas a lector@elespectador.com Fcano@elespectador.com y con la exigencia al Fiscal General de la Nación, Mario Iguarán Arana, el cese de toda actuación judicial tendiente a penalizar la libertad y la crítica.

Pájaros tirándole a escopetas

Por Manuel Velandia Mora, sociólogo, filósofo y educador colombiano en el exilio


Blogs Semana.com. Colombia – Miércoles 21 de mayo de 2008

En Colombia ya ni siquiera se puede interpretar la realidad; mejor dicho, es que aún se sigue pensando que la realidad es una, con una sola explicación posible, una explicación en la que no caben asesinatos, robos, abigeatos, desplazamientos forzados…

Esa explicación llamada “verdad”, una “verdad” que no perdona que haya periodistas, investigadores sociales, organizaciones no gubernamentales interesadas en esa otra verdad que no oculta, que saca a la luz publica, que denuncia.

Una verdad que los dueños de la “verdad”, los políticos "presuntamente" corruptos, como los Araújo, no quieren sea investigada, una verdad que cuando se dice con nombre propio origina amenazas de muerte, asesinatos, denuncias penales.

Una verdad a la que los Araújo, los caciques costeños, esos que reiteradamente han sido acusados de paramilitares prefieren llamar injuria y/o calumnia.

Justo esa “verdad” es la excusa para demandar al sociólogo, escritor y periodista Alfredo Molano ante la Fiscalía General de la Nación. Una Fiscalía que se gasta el presupuesto público en investigar verdades en ver de esclarecer las otras “verdades”.

Pájaros disparándoles a las escopetas y colombianos ciegos que no quieren darse cuenta que los dueños de la “verdad” solo pretenden crear distractores ente la evidencia de sus delitos.

¿En dónde queda la libertad de prensa que consagra la legislación colombiana? ¿En dónde están los pastores de los rebaños de ovejas mansas que no cuidan a sus ovejas? ¿En dónde están los ciudadanos de bien que se callan y no denuncian? ¿Será que cada vez más hace carrera la intimidación?
Para quienes creemos en la Democracia, para quienes consideramos que aún es posible un país diferente, para quienes tenemos un actuar ético, para quienes consideramos que callar es otorgar, sea este el momento de sentar la voz de protesta, de actuar, de denunciar las violencias, los atropellos. Mi solidaridad con Alfredo Molano, confío en que también la suya.